Alimentación y regeneración: una materia pendiente

Los alimentos que elegimos y la forma de producirlos, prepararlos, cocinarlos y almacenarlos, nos convierten en parte integral y activa del funcionamiento de un sistema agroalimentario. En palabras de la FAO “cada vez que comes participas en el sistema”.

Aunque parezca increíble, es cierto: más de 3 mil millones de personas en el mundo, es decir el 40% del total de la población, no pueden permitirse una dieta saludable. A su vez, casi 2 mil millones sufren de sobrepeso u obesidad, por malos hábitos o una vida sedentaria. Y, paradójicamente, el 14% de los alimentos del mundo se pierde, por mala manipulación, traslados o almacenamiento inadecuado y el 17% es desperdiciado por los propios consumidores. Cifras duras, pero reales, que nos llaman a recordar que aún cuando como sociedad hemos evolucionado en tantas materias, la producción de alimentos y el acceso a ellos es aún un desafío pendiente. 

Tomar conciencia sobre esto es justamente lo que busca cada año en octubre el Día Mundial de la Alimentación, reforzando al mismo tiempo que los sistemas agroalimentarios en todas sus formas son base fundamental para el desarrollo sostenible y en nuestra visión: ojalá un desarrollo cada ves más regenerativo. Y aunque para aquellos que viven lejos de la actividad agrícola pueden parecer algo lejano en lo cual no tienen ni tendrán incidencia, lo verdadero es que nuestro día a día está totalmente conectado a esa realidad, con el sólo hecho de ser consumidores. 

Si hubiéramos conseguido un sistema alimentario al menos sostenible, habría una variedad y cantidad de alimentos suficientes para que nadie se quedara sin acceso a ellos, desapareciendo problemas como la mal nutrición o el hambre. Asimismo, toda la producción tendría como foco el cuidado del entorno, el uso adecuado de los recursos naturales y el respeto por los derechos y el bienestar de todos los que día a día trabajan para que los mejores y más sanos sabores lleguen hasta nuestra mesa. ¿Cómo estamos entonces? Lamentablemente, todavía muy lejos de conseguirlo, pero siempre con esperanza. 

Desde nuestros inicios, cuando nos propusimos hacer una bebida saludable, natural, que cuidara el medioambiente y el organismo de quienes nos prefieren, sabíamos que nos enfrentábamos a muchos desafíos. Lamentablemente, es más difícil hacer las cosas bien y sumarse a los miles que buscan aportar a un mundo más afortunado, con equidad de oportunidades e igualdad de acceso. Pero, aun en momentos tan complejos como la pandemia, no hemos bajado los brazos. Sabemos que, con un granito de arena, desde el sur del mundo, estamos siendo un aporte. Nuestro producto es premium, es cierto, pero con mucha generosidad no sólo invitamos a tomar Kombuchacha, sino que además enseñamos y motivamos a todos a hacer su propia kombucha, porque ese es el fin último. Mucho más que crecer, mucho más que vender, queremos que millones de personas disfruten de las bondades de alimentarse bien, sientan cómo su cuerpo lo agradece y motiven a otros a tomar el mismo camino. 

Ahora bien, si vamos a hablar de alimentación y desarrollo sostenible, todos somos responsables. Gobierno, empresas, productores, consumidores e incluso aquellos dedicados al marketing que con talento saben poner marcas de moda. No por nada el Día Mundial de la Alimentación es uno de los más celebrados de las fechas clave de Naciones Unidas, convocando a la acción a más de 150 países. De todos depende que alcancemos el estándar que brindan los sistemas agroalimentarios sostenibles, con seguridad alimentaria y nutrición para todos, pero a la vez un estricto resguardo de los pilares socio ambientales. De todos depende que avancemos en esa senda que tan bien define la entidad antes citada, “una mejor producción, una mejor nutrición, un mejor medio ambiente y una vida mejor para todos”. 

Autora: María Prieto, fundadora de Kombuchacha