Iniciativa Empresarial
Por Roberto Gaete , 8 de mayo de 2021La nueva forma de hacer empresas poniendo a las personas y el planeta en primer lugar
Cada año, el segundo sábado de mayo se conmemora el Día Internacional del Comercio Justo, como un llamado a ir más allá de los beneficios económicos y poner el foco en los derechos laborales, el bienestar de las personas, el consumo responsable y la protección del entorno.
Los problemas medioambientales, la inequidad social y, en el último año, la crisis sanitaria a raíz del Covid 19, han dejado en la palestra una tendencia que venía desarrollándose hace años: el auge de un consumidor más consciente y responsable, que se cuestiona aspectos profundos de un producto antes de adquirirlo. Cómo se elaboró, quiénes estuvieron detrás de ese proceso y cuál es el impacto socioambiental de su producción, son algunos de los aspectos que son parte hoy de la reflexión previa a la compra.
En ese contexto, ha tomado aún más fuerza el Comercio Justo, un “sistema comercial basado en el diálogo, la transparencia y el respeto, que busca una mayor equidad en el comercio internacional prestando especial atención a criterios sociales y medioambientales. Contribuye al desarrollo sostenible ofreciendo mejores condiciones comerciales y asegurando los derechos de productores/as y trabajadores/as desfavorecidos” (definición internacional Organización Mundial del Comercio Justo, WFTO).
Pero, ¿cómo se avanza en este ambicioso objetivo? ¿De qué forma una empresa puede aportar a la lucha contra la pobreza, el cambio climático, la desigualdad de género, la injusticia, la vulneración a los derechos en el trabajo, siendo parte de la nueva economía?
Un caso referente en este sentido, de impacto latinoamericano y mundial, es Pacari, la marca presente en más de 40 mercados, entre ellos Chile, que ha posicionado el chocolate de Ecuador como uno de los mejores del planeta en base a un sistema de producción sustentable. Su modelo de negocio, denominado “del árbol a la barra”, se basa en mantener una relación directa con alrededor de cuatro mil agricultores de pequeña escala, quienes son responsables de cuidar la biodiversidad y la calidad de los productos, recibiendo por ese compromiso un precio justo y llegando, incluso, a triplicar sus ingresos. Los chocolates Pacari, 100% orgánicos, veganos, biodinámicos, sin lácteos, gluten ni azúcar refinada, que son resultado del proceso de producción sostenible del cacao, han recibido más de 300 reconocimientos por su alto estándar y recientemente fueron destacados como la mejor opción de consumo ético de chocolates en Europa en la primera edición 2021 de Ethical Consumer, publicación británica que analiza el comportamiento social y medioambiental de las empresas. Para Santiago Peralta, fundador de Pacari, es crucial mantener su compromiso con la creación de un producto sostenible y de calidad. “No sólo buscamos crear conciencia en los consumidores y en las industrias, sino generar un cambio radical en la manera de producir y disfrutar del chocolate”, enfatiza Peralta, quien en 2018 fue catalogado por el New York Times como ‘el chocolatero moral’.
En Chile, en tanto, una empresa que se ha trazado como meta avanzar en esta línea es Kombuchacha, una gaseosa 100% natural, 100% viva y 100% justa, producida con agua del sur del país, elaborada a partir de ingredientes orgánicos, vegana y sin gluten. Nacieron hace 3 años con la intención de hacer más que un producto de consumo y formar una compañía que diera al público un producto que ayude a mejorar el mundo, con buenas prácticas laborales desde el campo hasta el consumidor final y teniendo siempre en cuenta al medio ambiente. Hoy se han consolidado como la primera kombucha certificada orgánica en Chile y, junto con ese logro, se han planteado profundizar aún más el concepto de comercio justo y seguridad desde los campos hasta el consumidor final y perfilarse como una empresa regenerativa, que no sólo se dedica a mitigar riesgo, sino que asume el compromiso de aumentar el bien común, al regenerar la salud de las personas, las comunidades y el planeta, aprovechando al máximo, y de buena forma, los recursos existentes y generando el más alto valor de todos los integrantes de la cadena.
Buenos ejemplos para constatar que consolidar una compañía, en base a un sistema solidario y colaborativo, alternativo al convencional, es posible y a la vez tan rentable económicamente como el modelo de empresa que se suele identificar.