Investigación & Desarrollo
Por Pablo Santiesteban , 26 de septiembre de 2023 | 17:27

Científica de Aysén realizó proyecto para aportar valor a la apicultura

La doctora Valentina Álvarez analizó las distintas producciones de mieles y llegó a conclusiones interesantes para los apicultores de Aysén. Crédito: cedida.
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Proyecto de investigación analizó los productos de diversos apicultores de la región.

Un proyecto para aportar a la apicultura de la Región de Aysén está emprendiendo la doctora en Ecología y Biodiversidad Valentina Álvarez, gracias a un proyecto semilla, financiado por el programa de fortalecimiento del Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP) y por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (Anid).

La científica enfocó sus esfuerzos en comprender los vínculos entre el rubro apícola, el clima y la influencia humana, con lo que además es posible aportar información relevante para la comercialización de las mieles que se producen en la Región de Aysén.  

“Conocer el origen botánico de la miel permite determinar la importancia de la flora presente como recurso forrajero para Apis mellifera, por lo tanto, obtener información científica sobre la flora de su preferencia permite a las y los apicultores caracterizar botánicamente la miel que producen y obtener un parámetro de calidad al producto”, detalló. 

El estudio identificó tres zonas con diferencias florales en su producción. Crédito: cedida.

Tres zonas 

Los resultados indican marcadas diferencias geográficas en cuanto a las preferencias florales de Apis mellifera. 

En la zona norte de la región, específicamente en localidad de La Junta, las mieles en su mayoría son monoflorales nativas, ya sea de Tineo (Weinmannia trichosperma) o Tiaca (Caldcluvia paniculata). 

En la zona alrededor de Coyhaique en cambio, las mieles son poliflorales no nativas, es decir, la flora identificada a través del polen contenido en las mieles de esta zona, están compuestas de varias especies introducidas como por ejemplo el diente de león o el trébol blanco, como también el llamado “yuyo” u otras plantas de uso forrajero.

En la zona alrededor del lago General Carrera las mieles son más bien poliflorales mixtas, esto es, con presencia de polen de plantas nativas (neneo, maitén, tineo) junto con plantas introducidas como el trébol, diente de león, alfalfa, entre otros. 

Apicultores

En cuanto a los apicultores y apicultoras que han donado un poco de la miel que producen sus abejas han estado muy entusiasmados con los resultados. 

Valoran el proyecto en el sentido que es una información que les aporta, pues saber las preferencias florales de sus colmenas les ha ayudado a descartar o reforzar sus propias intuiciones en cuanto a las plantas que visitan las abejas. 

Para Cristina Benavides, campesina y apicultora de Bahía Murta, desde que escuchó en la radio local sobre este proyecto le pareció muy interesante.

“Principalmente porque viene desde la ciencia, si bien uno lee o busca información, en esta zona hay muy pocas abejas por lo que toda información de la región nos sirve para saber cómo se comportan", indicó.

"Tenemos abejas porque somos campesinos y nos interesa nuestro ecosistema, nuestro lugar, criamos nuestros animales, cultivamos la tierra, tenemos huerto, frutales, bosque nativo y nos interesa que se complemente. Las abejas las utilizamos para polinizar y mejorar nuestro ecosistema y aumentar con ello el nivel de productividad del huerto”, expresó.

“El estudio de Valentina demostró que la miel de nuestras abejas es de 66% de flor de tineo. Si bien lo vemos con nuestros ojos y reflexionamos, la ciencia nos da certeza con respecto a las abejas que es súper interesante. Además, a través del polen podemos tener información de la flora que había hace miles de años atrás y me pareció muy interesante", indicó la apicultora.

"A través de la miel podemos tener información de la vegetación que teníamos hace tiempo atrás, si bien lo oímos en la historia es bonito saberlo a ciencia cierta y eso es el análisis que hace el CIEP y hace Valentina acerca de lo que hacemos”, agregó Cristina Benavides. 

Conclusiones

Valentina Álvarez, destaca que es evidente que zonas con mayor impacto en relación con el uso del suelo, ya sea praderas con fines agrícolas o ganaderas influyen en la composición botánica de las mieles que se producen aledañas a esas zonas

"Es justamente en praderas donde vemos trébol, alfalfa o diente de león, por ejemplo. Sin embargo, esto no es un factor negativo, al contrario. En mercados internacionales, este tipo de mieles es muy cotizada y al final, todo es cuestión de gustos”, manifestó la científica. 

 Sobre los efectos del cambio climático en el rubro apícola, éste influye por una parte en las variaciones de estacionalidad de la floración de las plantas, es decir, qué flores y cuándo estarán disponibles para las abejas en determinados momentos de la temporada de primavera. 

“Esto ya se observa en muestras de mieles de distintos años de cosecha que hemos recibido de un mismo productor, donde se observan cambios desde una miel polifloral a una monofloral o monofloral a bifloral", dijo la doctora Álvarez.

Añadió que el cambio climático afecta los regímenes de precipitación y además las temporadas de verano son mucho más secas que antes, siendo un factor clave en la ignición y expansión de incendios que afectan la vegetación presente e influyendo en la regeneración o no de plantas con valor melífero. 

Con estos resultados las y los apicultores ahora cuentan con la información precisa sobre el origen botánico de sus mieles y es un valor cualitativo y cuantitativo adicional a este producto proveniente de la Región de Aysén, Patagonia chilena. 

Palinoteca de la doctora Valentina Álvarez. Crédito: cedida.

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