Entrevistas
Por Valentina Cortés Lehuei , 24 de julio de 2023 | 10:30

Día mundial de las ballenas: las otras víctimas del cambio climático

El académico y especialista, Cayetano Espinosa-Miranda. Crédito: U. Andrés Bello.
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El académico de la U. Andrés Bello, Dr. Cayetano Espinosa-Miranda, aborda los grandes peligros a los que se enfrentan estos mamíferos.

Majestuosos en tamaño, expertos en acrobacias y reconocidos en todo el mundo, son las ballenas y delfines. Dos tipos de mamíferos marinos que este domingo 23 de julio conmemoraron su día internacional, impulsado por la Comisión Ballenera Internacional (CBI) desde 1986.

Si bien esta fecha invita a concientizar sobre los efectos nocivos de la caza indiscriminada de cetáceos, lo cierto, es que los peligros hacia las ballenas y delfines han ido evolucionando, evidenciando que el cambio climático en los últimos 20 años es una amenaza importante para estas especies.

Así lo explicó el académico de la Escuela de Medicina Veterinaria de la U. Andrés Bello, Dr. Cayetano Espinosa-Miranda, quien abordó cómo impacta el cambio climático tanto a las ballenas como a los delfines.

Ballena azul. Crédito: Cedida.

El experto detalló que una de las principales repercusiones en estas especies se encuentra en la modificación de las tramas tróficas (cadena alimenticia), dado que su alimento es altamente sensible a las temperaturas.

“La temperatura del océano está cambiando y aumentando, generando que exista menos oxígeno disuelto en el agua, lo que provoca que en ciertos lugares haya menos productividad que antes", explicó.

Con este primer efecto, las ballenas y delfines deben viajar más para alimentarse, ya que los peces de los que se alimentan se acercan hacia los polos.

“El alimento de las ballenas y delfines se mueve buscando temperaturas adecuadas y, en consecuencia, los cetáceos se ven forzados a gastar más energía para alimentarse, generando un cambio en la circulación oceánica”, precisó.

Cambio en la migración 

En cuanto a la migración de ballenas, estas se reproducen y alimentan en zonas diferenciadas, efectuando largos viajes anuales entre sitios de alimentación, en aguas frías, y reproducción, en aguas cálidas.

“Las ballenas migran con el objetivo de encontrar un sitio seguro y cálido para reproducirse o llegar a un punto frío y productivo que posea mucho alimento. Se espera que este patrón se vaya modificando cuando las temperaturas del océano vayan cambiando y así también la distribución del alimento de los cetáceos”, detalló.

El especialista, Dr. Cayetano Espinosa-Miranda. Crédito: Cayetano Espinosa.

Menos crías

El académico de la Facultad de Ciencias de la Vida de la Unab, explicó que estos efectos también tendrían una consecuencia indirecta en la reproducción de estos mamíferos marinos. 

“Tanto delfines como ballenas almacenan reservas de energía a partir del alimento que consumen, dedicando gran parte de su tiempo en esta actividad para poder llegar a reproducirse. En ballenas y delfines, la falta de alimento producto del cambio climático antropogénico, puede reflejarse en una menor tasa de natalidad o menor calidad de la leche materna", indicó.

En su proceso reproductivo, estas especies paren a una sola cría. Tras la aparición, la cuidan durante uno y a veces hasta dos años para que el joven cetáceo se independice.

Embarcaciones

A ese factor, se suma la muerte de ballenas por choques con embarcaciones. 

Según estimaciones de la organización internacional Friend of Sea, el tráfico marítimo aumentó un 300 % entre 1992 y 2013, cifra en alza. 

A este número se suman 20 mil ballenas que mueren cada año, al colisionar con barcos de carga, pesca o cruceros, lo que ha reducido la población de estos cetáceos un 50 % en los últimos 40 años.

Una realidad, que según el estudio publicado en 2021 en la revista Scientific Report, no se encuentra lejos del país, puesto que se logró identificar que la patagonia norte de Chile es la zona más importante de alimentación y de cría para la ballena azul del Pacífico Sur Oriental durante el verano austral. 

El reporte visualiza que el número de embarcaciones activas diarias que recorre la patagonia, entre las cuatro zonas de alimentación de las ballenas, alcanza hasta 729 embarcaciones acuícolas. A las que se añaden entre 37 y 76 flotas de pesca artesanal por día. 

Posteriormente, y, en menor número, se encuentran el transporte de pesquería industrial cuyo desplazamiento bordea los 57 movimientos en 24 horas. 

Finalmente, las flotas industriales tienen entre seis y 57 embarcaciones, y las pesqueras industriales de una a 13 diariamente.

A ello se añade la contaminación ambiental de los mares y las redes de pesca abandonadas en el fondo de los océanos y que resultan letales para los ágiles cetáceos.

Esperanzas 

Según los antecedentes aportados por el especialista, el cambio climático tiene preocupantes efectos potencialmente negativos en las ballenas y delfines, principalmente derivados de la alteración de las tramas tróficas, distribución de su alimento y modificación de su hábitat. No obstante, aún quedan esperanzas.

Crédito: Cayetano Espinosa.

Dentro de las iniciativas pro cuidado de los cetáceos, se encuentra la iniciativa de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, organización que tiene un programa de conservación específico para delfines y ballenas y distintos mamíferos marinos como nutrias, focas, lobos marinos, entre otros. 

Por otro lado, a nivel local, el especialista, Espinosa-Miranda, forma parte de un equipo multidisciplinario llamado YaquPacha Chile, organización que se dedica a la conservación de los ecosistemas costeros, empleando a los cetáceos como un estandarte de concientización social.

"Frente al cambio climático, es imperativo gestionar la contaminación de los mares, evitar emisiones de CO2 a grandes escalas para mitigar sus efectos y para que no aumente la temperatura en las aguas, solo de esa forma podemos contribuir a mermar esta situación”, finalizó Espinosa-Miranda.

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